Arte y Crítica

Columnistas - noviembre 2014

El coleccionismo mágico del coleccionista nostálgico

por Juan José Santos

Estamos aquí para contarnos. Y las maneras en las que nos contamos son inescrutables; viendo una película, soñando, escribiendo, escuchando música o coleccionando objetos.

“Todos necesitamos contarnos de alguna forma”

Ramiro Pinilla, entrevista en Jotdown, 2012

Todos somos coleccionistas. Nos guían distintas motivaciones, algunas muy simples y otras más complejas. Coleccionar de forma controlada y privada se denomina “conducta acumuladora”. Hacerlo en exceso puede generar un trastorno e incluso enfermedad (Síndrome de Diógenes). Paso a abordar otro tipo de coleccionismo, no aquel susceptible de ser considerado patología, ni aquel producido como inversión, con el objetivo de generar riqueza. Este tipo no me interesa tanto como el que desarrollo a continuación.

Coleccionamos en nuestra memoria, imágenes, links, videos. La posmodernidad es una sopa de letras que tragamos y, muchas veces, no digerimos. Francis Alÿs realizó dos obras/acciones en los noventa que documentan nuestra arbitraria y azarosa manera de coleccionar: “El Coleccionista” (1990-1992, México) y “Zapatos Magnéticos“, (1994, Quinta Bienal de la Habana, Cuba ). Es una metáfora del coleccionismo mágico y magnético.

Lo he denominado ‘El coleccionista nostálgico’; aquel que guarda objetos que son recuerdos personales. Jaume Canivell se acerca al armario del Marqués de Leguineche, intrigado por una serie de frasquitos de cristal. Se acerca a comprobar su contenido… “¡Ostras, collons, pero si son pelos de coño!” (La escopeta nacional (1978), Luis García Berlanga). El marqués, viejo verde y decadente, coleccionaba vello púbico y lo cuidaba como si fuera el Gollum custodiando el Anillo de poder. La escena está sacada de una película, pero tenemos un antecedente histórico. Lord Byron, quien presumía de haberse acostado con más de doscientas mujeres en su etapa veneciana, guardaba en sobres –con el nombre escrito de cada beneficiada– recortes de vello púbico de sus amantes. ¿Qué psicólogo puede justificar un hobby como este? ¿Por qué el Marqués de Leguineche y Lord Byron guardaban los pelos del zapo? Si nos escudamos en Freud –cosa nada aconsejable– nos toparemos con una teoría de lo más escatológica. El ser humano siente una pérdida traumática cuando defeca, al eliminar de su cuerpo algo que le pertenecía. Este sentimiento se relaciona con la necesidad de poseer una colección de objetos que sustituya dicha pérdida. Si continúo la peligrosa senda de vincular vellos púbicos con defecaciones, el que acabará con patologías seré yo. Siguiendo con la temática franquista (la película es una parodia de la España en fase terminal dictatorial) en el video “Baraka” (2007), el artista Fernando Sánchez Castillo se topaba con un ayudante del Generalísimo, que, en un descuido durante la realización de la máscara mortuoria de Franco, se quedó con unos pelos de las cejas del dictador que se habían quedado pegados al yeso. Los guardaba, lógicamente, como oro en paño. Como reliquia de santo. Como pelo de coño.

Competitividad, impulsos de tenerlo todo controlado, reconocimiento y admiración en el otro, ego…las razones por las que colectamos cosas son como digo muchas. En “El coleccionista apasionado. Una historia íntima” (Philipp Blom, Ed. Anagrama, 2013) encontrarán una buena recopilación. Pero continúo centrándome en aquellos no tan comunes casos de personas que guardan objetos guiados por motivos sentimentales, y que, además, eligen amontonar cosas peculiares y extrañas. Hay en dicha acción algo de ritual, que da significado a sus vidas y afianza su personalidad. Su tesoro es simbólico, de un valor relativo en lo monetario pero fecundo en asociaciones, ficticias o reales, con la historia –ya sea la suya o la universal. Tengo la convicción de que el coleccionista de arte profesional ha tenido o tiene esa otra vertiente acumulativa: es el ajuar privado, friki, oculto, pero a veces mucho más interesante y apasionante que el oficial, el que cuelga encima del sofá. Es un coleccionismo mágico. “El espíritu ve y revé objetos. El alma encuentra en un objeto el nido de su inmensidad”.

Sería interesante realizar un estudio sobre la relación entre la colección privada y la profesional. Realicé una breve entrevista a Daniel Budnik, coleccionista e ingeniero comercial que comparte ambas facetas:

Juan José Santos: Coleccionas arte, pero aparte sé que coleccionas otro tipo de objetos más curiosos, ¿cierto?

Daniel Budnik: También colecciono estampillas de 2 centavos de mil ochocientos, libros autografiados, algunos cómics, naipes encontrados, y muchos otros objetos.

JJS: ¿Por qué coleccionas, por ejemplo, naipes encontrados?

DB: Lo de los naipes comenzó por casualidad. Me encontré uno y lo guardé, luego fui guardando los que aparecían. El trasfondo, tiene que ver con una suerte de arqueología urbana. Me recuerda este proyecto a La Ciudad de Cristal de Auster.

JJS: ¿Cuál es tu motivación?

DB: Creo que de alguna forma las piezas que uno va coleccionando van creando una cronología autobiográfica. Es una autobiografía en objetos, una huella de uno mismo que continúa en el tiempo. Una perpetuación de las obsesiones.

JJS: ¿Alguna vez parará ese coleccionismo? ¿En algún momento sentirás satisfacción, y dirás: ya, aquí estoy conforme?

DB: Para mí no tiene que ver con juntar una cantidad de un objeto determinado. De hecho tengo colecciones muy pequeñas pero importantes para mí. Algunas colecciones las veo como proyectos finitos, otras son más obsesivas. Las estampillas, por ejemplo, es algo generacional: pasó de mi abuelo a mi viejo y a mí. Espero mantenerlo.

JJS: ¿Para ti significa lo mismo coleccionar arte que naipes? ¿por qué?

DB: Sí. Lo de los naipes es un proyecto de arqueología urbana. Lo tomo como una obra personal en construcción. La clasifico dentro de mi colección de obras, aunque sea más personal.

JJS: ¿Qué sientes al mostrar tu colección? ¿Cómo la ordenas o clasificas?

DB: No soy de mostrar mucho. Muestro algún cuadro que tengo en mi departamento, o algún libro, pero guardo mucho. Y clasifico y rotulo todo. Mis libros están por temática y abecedario, mis vinilos por abecedario, las estampillas por los sellos de ciudades, los naipes por cronología de la fecha de encuentro, etc.

Rivane Neuenschwander "Colheita" 2013, (fotografía de la artista), Museo de Arte Moderno de São Paulo.

Rivane Neuenschwander “Colheita” 2013, (fotografía de la artista), Museo de Arte Moderno de São Paulo.

El coleccionismo nostálgico se puede alimentar de objetos ajenos. La actual retrospectiva de Rivane Neuenschwander en el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo contiene varios ejemplos. 365 listas de compra escritas a mano por distintas personas, recogidas en supermercados de Londres. Cientos de retratos realizados por un policía hechos en base a las descripciones de los visitantes del museo que quisieran reflejar a lápiz, en una operación que vincula romanticismo y criminología –algo no tan extraño–, el rostro de su primer amor. Y la instalación que más me gustó, las “Esculturas Involuntarias”. Se exhiben ‘artesanías’ en vitrinas pequeñas y modestas, objetos como etiquetas de botellas de cerveza, corchos, servilletas dobladas, entre otros, manipulados con cierta gracia o talento artístico, por personas en bares y restaurantes de Brasil. Neuenschwander decidió recogerlos, una vez que eran tiradas a la basura o abandonadas por sus creadores, y llevarlos al Museo. Lo anecdótico, lo espontáneo, pero que deja vislumbrar no únicamente el reflejo de los nervios, sino el cómo nosotros inculcamos ‘sentido’, preñamos de historia, los objetos. Al convertir unas etiquetas en esculturas abstractas efímeras mientras dialogamos con un amigo o nuestra pareja, estamos trasladando a esos objetos ese diálogo, esas miradas, ese instante, sea importante o insignificante. Los hechizamos. Nos contamos a través de ellos. Son valiosos.

Rivane Neuenschwander "Primeiro amor" 2005 (fotografía Denis Mortell), Museo de Arte Moderno de São Paulo.

Rivane Neuenschwander “Primeiro amor” 2005 (fotografía Denis Mortell), Museo de Arte Moderno de São Paulo.

Para que se calmen los estudiantes de teoría del arte de la Universidad de Chile, voy a citar a Walter Benjamin [Aplausos]. En Eduard Fuchs, coleccionista e historiador (1937), Benjamin disecciona la naturaleza del origen de una colección de arte erótico y cómico. Concluye que el propósito de Eduard Fuchs se debe a una extrapolación de la historia de la cultura a unos bienes materiales, a una conexión con la historia. Vincula esta afirmación al pathos –el coleccionista como un ser que sufre.

Sería interesante conocer otros tipos de coleccionismo nostálgico, y para ello dejo abierta esta pregunta con el deseo de coleccionar vuestros comentarios: ¿Qué objetos extraños coleccionan ustedes?

Referencias bibliográficas
  • Bachelard, Gaston. La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica, México, 1975.

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