Arte y Crítica

Editorial - abril 2014

En verde: arte en emergencia

por Andrea Lathrop

A pocos días de inaugurada la sobrenombrada muestra “Sub 30” en el MAC de Quinta Normal, esta edición de la revista busca problematizar sobre la comentada categoría de “arte emergente”; artistas jóvenes (sub 30) que en el último tiempo hemos visto aparecer en diversos medios –revistas digitales y en papel, además de reportajes en diarios y exposiciones anexas–, todo bajo la creencia de que el rango etario sería suficiente para establecer un relato en las artes visuales chilenas contemporáneas.

Hace un tiempo el colectivo de arte de Valparaíso, Pía Michelle, creó Curriculum Vitae, juego de mesa donde los participantes, tomando el rol de un figurín, pueden jugar a ser un artista emergente en un tablero similar al de la Gran Capital. Los roles o figurines representan al artista emergente, actante de la escena artística local del arte contemporáneo, y la forma de juego consiste en vivir los azares y complicaciones que el tablero presenta, con la gran diferencia de que acá, en vez de propiedades, se acumulan exposiciones. Otorgando la experiencia de ser un artista emergente en una ciudad como Valparaíso, donde cada posibilidad exhibitiva presenta un puntaje determinado –mientras más expongo, a mejores lugares puedo llegar–, Curriculum Vitae es la representación de un modelo, de la manera en que la inserción al circuito cultural está funcionando actualmente.

Si pensamos en la palabra “emergente”, esta dice de “algo que sale, nace y tiene principio de cosa”, pero, por otro lado, se podría hacer el juego con “emergencia”, palabra que refiere a una urgencia, a una necesidad imperiosa. Entonces, artistas emergentes, artistas en emergencia, todo hace preguntarse de qué emergencia hablamos, de qué fenómeno de circulación establecemos una lectura.

En cuanto al “arte emergente”, podríamos proponer, con miedo a generalizar, que es aquel arte que nace de las universidades hacia las instituciones, pero que aún no ha sido “validado” públicamente, sino que se trataría de una especie de debut de egreso. Los más idealistas y entusiastas promotores dirán que la emergencia refiere a aquellos artistas que están emergiendo de las escuelas, aquellas promesas que ya han dado de qué hablar y han resonado en microcircuitos de exposiciones y galerías. Otros menos entusiastas, y por qué no, más críticos, dirán que la emergencia refiere a una necesidad –y volvemos a la necesidad extrema– de surgir, de salir de las casas de estudios e ingresar en el sistema de circulación local, en la vorágine de la exposición y los proyectos concursables –tan bien representada en el tablero de Pía Michelle.

Así, el artista emergente sería una especie de joven recién egresado que ha demostrado, en cierto circuito, que destaca por sobre sus compañeros, ya sea por la calidad de su obra, la extensión de sus contactos, o incluso la buena suerte; una capacidad de salir o emerger de la universidad e ingresar al sistema de exhibición que representan las galerías e instituciones.

No obstante, muchas veces, este ingreso supone a los jóvenes ser víctimas de un marketing sin ética que a cambio de la posibilidad de exponer(se), muy similar a aquellas que ocurren en los malls de la capital al estilo “diseño emergente” –aunque pareciera que estos se llevan la mejor parte–, sufren contratos poco productivos, una exposición al estilo “variedades”, vale decir, muchas obras en un solo lugar, donde más allá de su juventud y entusiasmo, no se observa otro hilo conductor, ni otro interés por destacarlos. Además de ser víctimas de la especulación al modo Wallstreet –de buena fuente sé que un sujeto, aparentemente coleccionista, estaba ya comprando obras de los Sub 30, esperando que con la muestra subieran de precio.

De este modo nos preguntamos, en la época donde todo se compra en verde, a la expectativa de ver un futuro proyecto rentable, donde cada “agente” puja por sus artistas para que estos vendan y se posicionen, ¿son estos los modelos de circulación que queremos imponer?, ¿son estas las muestras que queremos curar?, ¿es esta la presión que queremos imponer?

Muestras repletas de obras que parecieran seguir la lógica de los salones de estudiantes, pero bajo una errada idea de curatoría, donde el único relato que pareciera prevalecer es la juventud de los artistas, y la línea conductora no es más que un vago deseo por encontrar similitudes que parecieran no existir. En exposiciones como “Sub30″, y en muchas otras del mismo estilo, el problema pareciese radicar en que la supuesta juventud de los artistas no es capaz de dar cuenta de una lectura de época o de un relato mayor al rango etario. Y los artistas, –muchas veces conscientes de los problemas que acá se enuncian– son incapaces de desistir a instancias de este tipo, lo que se entiende en la lógica de la inmediatez y la profesionalización del campo a la que asistimos. Y acá es importante enfatizar que no criticamos esta postura, ya que tanto el artista, como todos, es consciente de que la marginación de este modelo de circulación –exposiciones, libros y todas las otras instancias “sub” que se ofrecen–, corren el riesgo de pasar al olvido y no ser considerado para futuras muestras o proyectos, generándose una situación de la que es difícil mantenerse al margen.

Al mismo tiempo, y bajo el mismo modelo, los concursos de arte joven –tomando como ejemplo al premio MAVI Minera Escondida, otrora Cabeza de Ratón– generan una expectativa desmedida ante los resultados y seleccionados de cada año. Y, peor aún, la exposición individual del ganador pareciera ser “la” instancia del joven artista de probar qué tan bueno es, cuando los resultados no suelen ser los mejores: una obra buena no es lo mismo que un corpus de obra sólido. En este punto, más que criticar la calidad artística, nos queremos referir a las instituciones y gestores que se encuentran, no promoviendo el arte joven, sino explotando jóvenes figuras que muchas veces no tienen la capacidad –obvias de acuerdo a la edad– de sostenerse en la expectativa del circuito artístico (recordemos que antes los artistas emergentes tenían alrededor de 40 años y no 22, como pareciera ser la tendencia hoy). Estos olvidan que instancias como los concursos podrían tener mejores incentivos, como residencias, estudios y pasantías que ayudarían en la formación y no necesariamente en la exposición.

Por tanto es importante preguntarse, ¿se podría esperar algo distinto? ¿es justo pedirle a un recién egresado de la universidad presentar una exposición sólida, cuando no ha tenido el suficiente tiempo para experimentar o incluso equivocarse? La respuesta lógica pareciera indicar que no.

Entonces, ¿por qué seguir insistiendo en un sistema que no solo presiona a los jóvenes egresados, sino que además los da a conocer, para luego olvidarlos cual estrella de reality? La respuesta se plantea en relación a la profesionalización del campo, la mercantilización del arte –específicamente de la figura del artista que pareciera ser el producto– y la especulación, donde “Sub30″, exposición que tiene su origen en un proyecto-libro vendido en verde, parece ser el más claro ejemplo de las últimas tendencias en materia de circulación.

Categoría: Editorial

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Hay 5 comentarios a En verde: arte en emergencia

  • No se vive del aire, y estos catálogos son de índole promocional para que nuestros colegas vendan las obras. Lo débil parece estar en la curatoría, no en la calidad de las obras ni menos el discurso, ya que se ha perdido el prejuicio de que la obra deba ser necesariamente con contenido reflexivo o denso en cuanto a lo teórico.Y es una lección bien aprendida: desproveer una obra de su discurso para convertirla en objeto de consumo, pero pasándola por el filtro del museo es una forma ingeniosa de validar el arte académico.

    • andrea dice:

      Estimado Leonardo, efectivamente los catálogos funcionan como sistema de difusión, y como bien dices tu y el texto, el problema está en la curatoría. Todos entendemos que hay que vivir de algo, y es por eso que en ningún minuto se crítica a los artistas por utilizar estas plataformas, las críticas apuntan a los gestores que muchas veces ven en los artistas una posibilidad de marketing. En ningún minuto se plantea que las obras deban ser reflexivas, pero si la producción, que no sería lo mismo. Una producción consistente, propia con la edad del artista. Ahora en algo no concordamos, creo que la obra no debiera ser un objeto de consumo pasado por el museo, sino estaríamos ante muestras Chaco y Faxxi todo el tiempo.

      • Hola Andrea, gracias por contestar. A mi parecer hay un error al pensar que la lógica de objeto de consumo está tan disociada de la idea de Obra de Arte, y creo que esta idea escisión es, desde luego, inherente al paradigma de la Academia. Si bien la idealización del concepto de Arte como algo tan metafísico (Malevich, quizá) se opone de manera dialéctica a ejemplos de mayor difusión en el “Mercado”. La curatoría museal, estimo, da un valor agregado a este tipo de obras, y a mi parecer el quiebre del asunto es que no sabemos, a ciencia cierta cuál es el afán más allá de publicar y vender catálogos para promoción. Si bien un artista puede dedicar su producción a obras meramente comerciales, academicistas, políticas, entre muchos otros fines, estimo que catálogo que tú analizas se mueve de manera muy cómoda entre al menos las dos primeras que menciono, e incluso dándose el caso de algunos de los ya nombrados que han logrado éxito comercial gracias a estratagemas basadas en lo político y el discurso de la precariedad. Dejo la discusión abierta con mi comentario, esperando más de este tipo de publicaciones. Saludos.

  • sofia dice:

    sera que las personas que estudian arte salen de cuarto medio con la ilusion de formarse como artistas y al egresar de la universidad salen como dicipulos de sus profesores de arte?, en una memesis infinita? que sucede antes de estudiar en la universidad?, quienes eran antes?, quieren ser criticos?, o son realmente un instrumento del tiempo que mide un pedacito de realidad?.
    Sometidos bajo un contexto ensordecedor ,generalmente el contexto resulta ensordecedor sobre todo en chile y me da la impresion de que un artista se forma desde la mas temprana edad, es importante la capacidad de contemplacion que tiene, su propia realidad puesta a prueba bajo una critica que se formula bajo una formacion universitaria, solo algunas personas son buenos interpretes de la realidad actual y demuestran la sustancia perdida, y la ponen sobre la mesa creo que para eso debe el sujeto estar frente a frente con su propia realidad, para poder desentrañarla, sin temer, del entorno pareciera la imagen de una fiera indomable una sensacion de panico se apodera del creador solo algunos se aventuran a la locura que para mi es inevitable,sobre todo si se quieren descubrir los misterios de nuestra generacion. porque entregarse a el misterio? es similar a ser o no ser, ser patron de toda paciencia recrear la obra de nuestros antecesores pero solo de aquellos que estuvieron mas cerca de la investigacion. mas alla del curriculum esta la locura.

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