Arte y Crítica

Críticas de Arte - mayo 2013

Tinta corrosiva y papel que se deshace: la retrospectiva a Langlois Vicuña en M100

por Catalina Urtubia

Hoy por hoy, incluso la mencionada obra “Cuerpos blandos” de 1969 cobra sentido en la medida en que lo transitorio se pone en la palestra como una de las más profundas características de lo contemporáneo.

En 1969, año en que Langlois Vicuña instaló Cuerpos Blandos en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago, aún faltaban –aproximadamente– dos décadas para que naciera la generación joven que inunda la escena del arte chileno. En esto pensaba, un poco distraída, la primera vez que visité “Juan Pablo Langlois: Retrospectiva (1969 – 2012)”, en la Galería de Artes Visuales del Centro Cultural M100, que se mantuvo abierta entre noviembre del 2012 y enero del 2013.

En aquella ocasión, entré justo después de un ciclista de unos 50 años, que le había encargado al guardia del recinto cuidarle la bici mientras visitaba la exposición. Me quedé un rato pegada frente a Leda y el Cisne –instalada en la entrada de la galería–, y al avanzar por fin, apenas entré a la primera sala, el señor ciclista ya venía saliendo, probablemente sin siquiera haberse asomado a la segunda habitación. Tuve unas ganas enormes de hojear todo el registro que tenía el guardia en la entrada con la hora a la que la gente entraba y salía de la exposición, para verificar cuántos visitantes habían estado más de diez minutos adentro. Ocurrió algo parecido durante la conferencia que dictó Andrea Giunta a mediados de enero, también en M100, a propósito de la retrospectiva de Langlois Vicuña. Durante dicho evento, si bien todos los asistentes permanecieron en sus asientos hasta el final de la conferencia, la convocatoria de los mismos no fue muy alta, sin alcanzar a llenar siquiera la mitad del Teatro Principal de M100.

Juan Pablo Langlois Vicuña, "Leda y el Cisne", 2012-13, cortesía Matucana 100.

Juan Pablo Langlois Vicuña, “Leda y el Cisne”, 2012-13, cortesía Matucana 100.

Ahora, mi objetivo al resaltar estos aspectos está lejos de buscar una apreciación negativa de la exposición; muy por el contrario, me provocó una curiosidad inmensa el porqué de estas reacciones. A partir de esto mismo, pienso que tiene cabida destacar el espacio en el que se emplazó la exposición: un centro cultural ubicado en el sector norponiente de Santiago, que si bien se enmarca en un circuito cultural reconocido, se aleja del perímetro en el que comúnmente se concentran las exposiciones de arte contemporáneo. Incluso, pienso que deberíamos suponer un “público general” asistiendo a la exposición y entonces quizás cobre sentido la figura del ciclista abandonando la muestra antes de tiempo.

Es aquí donde las soluciones que adopta esta retrospectiva adquieren coherencia: en el suponer que la curatoría de ésta debe ser heterogénea, ya sea para adecuarse a quienes la reciban, o por el hecho mismo de ser una retrospectiva. Y la obra, desde aquella parcialidad didáctica, comienza a hablar por sí sola.

Juan Pablo Langlois Vicuña, "de la serie Misses", 2012-13, cortesía Matucana 100.

Juan Pablo Langlois Vicuña, “de la serie Misses”, 2012-13, cortesía Matucana 100.

Pero quisiera volver a un elemento que dejé un poco al margen: la conferencia dictada por Andrea Giunta. En dicha ocasión, la historiadora del arte argentina se dedicó principalmente a analizar Cuerpos Blandos (1969), obra inaugural de Langlois Vicuña, con la que se dio a conocer en el circuito y que marcaría hasta el día de hoy las directrices de su trabajo como artista visual. Si bien, en un principio, me decepcionó que Giunta se concentrara casi únicamente en dicha obra, paulatinamente fui notando que los problemas que abordaba la teórica concordaban perfectamente con aquellos que en primera instancia había reconocido en el trabajo más reciente de Langlois Vicuña. Comenzó entonces a emerger lo latente: el porqué de su actualidad.

Durante los últimos años hemos sido testigos de un revival en torno a las prácticas artísticas que se mantuvieron –hasta cierto punto– marginadas desde los sesenta hasta hoy. Los ejemplos son innumerables: el concurso de ensayos del CEDOC del Centro Cultural Palacio la Moneda, las investigaciones de académicos como Guillermo Machuca y Federico Galende, los textos compilados en Copiar el Edén, etc. Pero más allá de simplemente desempolvar las obras de hace cinco décadas, este tipo de proyectos tiene como objetivo rescatar aquello que aún resuena en los artistas más jóvenes y que nació como germen hace ya más de treinta años.

Juan Pablo Langlois Vicuña, "de la serie Misses", 2012-13, cortesía Matucana 100.

Juan Pablo Langlois Vicuña, “de la serie Misses”, 2012-13, cortesía Matucana 100.

Pienso que esto es claramente visible en Langlois Vicuña. Mucho se ha hablado de “lo efímero” como elemento constituyente de su obra y cuando pensaba, en un comienzo, la relación que las generaciones más jóvenes del circuito artístico pueden tener con ella, era justamente a partir de una idea sobre cierta articulación a través del concepto de lo desechable, lo fugaz y lo perecedero. Probablemente, hoy estamos más conscientes del carácter de lo efímero en la vida que los espectadores de Cuerpos Blandos, atrapados sin duda en otro tipo de problemas. Hoy por hoy, incluso la mencionada obra de 1969 cobra sentido en la medida en que lo transitorio se pone en la palestra como una de las más profundas características de lo contemporáneo, inundando el arte global durante la segunda mitad del siglo XX a través de movimientos como el póvera, el neodada, etc. Y a su vez, este elemento es fácilmente palpable en artistas jóvenes que recurren a los mismos materiales: papel, cartón, telas o cualquier material de desecho (los Daniel Morón, Tomás Fernández, o el mismo Joaquín Cociña –que colaboró en Papeles Sádicos–, sólo por nombrar algunos).

Más aún, la trascendencia (quizás un poco paradójica) del papel de diario como material de las obras de Langlois Vicuña, llegando a aquellas fechadas en el año recién pasado, implica la materialización de lo efímero en la textura de lo precario; articulando el recorrido de esta retrospectiva ya no desde nociones históricas (entiéndanse: del pasado), sino desde el presente mismo. La obra en sí pareciera adecuarse a los tiempos, a los problemas de identidad en los noventa con Misses (1991 – 1999), a lo neo-barroco de los años 2000 con Papeles Ordinarios (2005) y llegando incluso al giro hacia lo digital en Papeles Sádicos (2012), donde lo efímero del material es absorbido por lo virtual, registrando lo corrosivo de la tinta del periódico, mientras el papel se deshace durante su (auto)destrucción. La obra de Langlois Vicuña, cual libro digitalizado, se actualiza y reinventa, sin perder aquello que dio pie a sus primeras obras a fines de los sesenta.

Juan Pablo Langlois Vicuña, "Papeles sádicos", 2012, cortesía Matucana 100.

Juan Pablo Langlois Vicuña, “Papeles sádicos”, 2012, cortesía Matucana 100.

A fin de cuentas, y pese al carácter historicista que le pueda otorgar la categoría de “retrospectiva”, la exposición no es anacrónica; se instala como contemporánea en la medida en que se comprende a sí misma a partir de su actualidad. Es por ello que aún abre debate, no desde el rescate de la obra sino desde su contingencia. Sigue generando problemas a partir de su carácter continuo, que se materializa en la curatoría misma, al emplazar las obras en un laberinto direccionado. Nada está solucionado, en la medida en que todo es contingente. El recorrido para llegar al final de la exposición se transforma no en una memoria progresiva, sino en la construcción de la vía hacia un presente que se actualiza constantemente.

Finalmente, quisiera recordar la escena de Papeles Sádicos en que el mar devora la obra, pero el artista recoge la cabeza que se salva de la marea. Es ahí donde, lejos de hacernos pensar que llegamos al fin del recorrido, nos comenzamos a preguntar ¿qué viene ahora?

 

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