La experiencia es una infatigable fuente de conocimientos empíricos que derrumban constantemente nuestros a priori. Creemos saber algo hasta que nuestros sentidos nos demuestran lo contrario
Los árboles impiden ver el bosque
Enrique Lihn
I
Toda nueva escritura merece palabras preliminares, anteriores a todo límite. Constituyen esas palabras un cuerpo de aproximación, una mirada desde la distancia a lo que se busca abordar. Enrique Lihn lo decía de la siguiente manera “los árboles impiden ver el bosque. En este sentido apelamos a la distancia como una forma de preservar la totalidad y unidad del espectáculo. O de advertir su falta de coherencia”. Esa distancia con el objeto es fundamental para marcar una diferencia. Desde mi punto de vista, la escritura sobre arte en Chile adolece sobre todo de vitalidad y esto traducido en deseo. Pulsión hacia obras, artistas, exposiciones, visualidad; en fin, pulsión hacia el arte. Creo que para muchos teóricos e historiadores del arte, o personas que en forma esporádica invierten su tiempo en la escritura sobre arte, el campo artístico se les aparece como una torta que debe ser digerida por partes, en módicas cuotas y con algo de la culpa de quien se encuentra a dieta. Comemos con malicia, a escondidas, migajas de una experiencia que desconocemos del todo.
II
Desde que tengo memoria me gusta todo lo que está asociado al arte. Así, dicho con la mayor de las liviandades posibles, con un dejo de ingenuidad y frivolidad. Todo en el arte me parece sugerente. Tal y como para otras personas la ciudad es un terreno donde perderse, descubrir, correr, asombrarse por sus múltiples esquinas, aquí, en este espacio que se abre, una crítica en arteycrítica.org, quiero ensayar una escritura pulsional para con el arte. Y esa pulsión me obliga a divagar por todo lo que pueda estar asociado al fenómeno artístico. Ver sus obras, leer sus pensamientos, escuchar las apreciaciones, observar con detenimientos a los espectadores neonatos, los curiosos que sin vastos conocimientos recorren gustosos los laberintos del museo. Entender, al fin, que el fenómeno artístico es más complejo que aquello que la mera e inmediata relación con lo que cuelga, se dispone o instala en una sala.
III
De este modo, quiero dar inicio a una escritura crítica sobre arte a partir de la exposición “Movimientos” (Bewegungen) de Louis von Adelsheim y presentada entre el 10 de abril y el 3 de junio en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago en su sede de Quinta Normal (un edificio neoclásico construido a principios del siglo XX por Cruz Montt). Elijo esta muestra por tres razones: primero, se trata de una exposición donde el carácter de “nuevos medios” es algo crucial; en segundo lugar, porque la experiencia con la exposición fue sorprendente. Su visita y recorrido fueron de una calidad superlativa, ya sea por el preciosismo de su montaje como por la simpleza de sus ideas. Y tercero, por los comentarios en su mayoría negativos que suscitó en gran parte de los actores de la escena artística local y que he ido captando en estos últimos meses. Aunar estas tres razones me permitirá acercarme a la exposición como también invitar al lector a recorrerla.
IV
Empezaré por lo último. Luego de visitar la muestra, traté de cotejar mis impresiones con el resto de las de los integrantes del campo artístico criollo. De su parte, dos grandes críticas fueron emergiendo. La primera señalaba el exceso de recursos económicos. El que para muchos no pasaba de demostrar la distancia que existe con el medio internacional, mientras que para otros reforzaba la aparición apoteósica de la figura del artista. Me llamó la atención que la primera crítica planteada desde el mundo del arte (que circuló a nivel de comentario de pasillo) fuese algo que llega al espectador en un segundo orden. Esta sacaba a luz el propio malestar del medio artístico local para con el derroche del dinero, como si de pronto fuese evidente (demasiado evidente) el papel que juega el capital en la creación artística. Para ser justos, tengo que decir que ese malestar con el oro verde no ha sido algo improductivo sino que se ha transformado en un concepto crucial de nuestra propia historia del arte: la precariedad. Desde esas hermosas pinturas de la generación del 13 –Arturo Gordon, Pedro Luna, Exequiel Plaza– realizadas sobre cartones, tablas y arpilleras, todos materiales pobres y humildes, pasando por los años sesenta del siglo XX con la incorporación de materiales de la tierra con el grupo Signo, hasta los ochenta con todas las referencias a la marginalidad, al sitio baldío, el eriazo y la ruina expuestas por Diamela Eltit, Juan Castillo, el C.A.D.A., las primeras aeropostales de Dittborn. Como concepto resulta significativo para pensar la historia del arte local.
V
La segunda crítica tenía que ver con una marcada “espectacularización” de la experiencia artística. Es decir, una donde lo político, lo coyuntural y lo contextual entraban en una presentación de corte espectacular. Y hacia esta palabra iban dirigidos todos los malestares. Se hizo evidente que en el medio chileno la posible relación del arte con el espectáculo funcionaba como una oscura contaminación (y esto en la lectura más literal y ortodoxa del clásico ensayo de Walter Benjamin). Algo pasa en el arte chileno en relación al espectáculo. La industria televisiva, el deporte, los conciertos masivos, carnavales, teatros callejeros, se han convertido con el paso de los años en los idóneos enemigos de una escena artística excesivamente crítica, cuestionadora o deconstructiva. Su momento fundacional, para decirlo en términos psicoanalíticos, se encuentra en la paradojal visita de Robert Rauschenberg al entonces terremoteado Museo Nacional de Bellas Artes en julio de 1985. De tal singular debate ya se hizo cargo Guillermo Machuca en su último libro.
VI
Sobre esto también se pueden decir algunas palabras. El MAC está hecho para recibir el arte del más alto nivel y “Movimientos” no es el mejor ejemplo. Sin embargo, se trata de una exposición de video instalaciones de estándar internacional. Y con esto me refiero a los cambios y transformaciones del arte desde los sesenta a los noventa, pasando de experiencias minimal o performance con el espacio hasta monumentales instalaciones como las de Olafur Eliasson. Esto demuestra un crecimiento a nivel de escala productiva donde los casos de Vito Acconci o Chris Burden son paradigmáticos: transitando desde el cuerpo y su performatividad hasta la instalación, el arte objetual, el arte público y la nueva arquitectura.
Así, las cosas dichas al pasar pueden dar luces en relación a cómo se proyecta el medio artístico local y cómo se concibe a sí mismo en una operación inconsciente de reflejo. Sabiendo que desde la fundación de la Academia de Pintura de Santiago en 1849 por el napolitano Alessandro Ciccarelli nuestra relación con el afuera se ha tramado desde la dicotomía entre original y copia, donde nuestra condición de copia no ha sido asumida en el sentido positivo, salvo en la pintura de Juan Domingo Dávila.
VII
Ahora bien, al mencionar y discutir ambas críticas se hace posible abrir el camino hacia una lectura distinta con la muestra del MAC-Quinta Normal. “Movimientos” refiere a un sinnúmero de contextos políticos, sociales y económicos, a potentes signos del poder institucional y militar, en un formato de video instalaciones de corte monumental.
En cualquier caso, el recorrido por la muestra arroja una clara sensación de estar hablando de un solo y sencillo tema, nada más. Y en esto, la omnipresencia de los ojos en el espacio –citando al archiconocido Gran Hermano en la novela “1984” de George Orwell– es fundamental. La muestra, más que hablar de movimientos, flujos, fluidos o metamorfosis en el sentido que le dio a la palabra la tradición greco-latina de Ovidio, refiere a quietudes, estabilidades y sobre todo fijezas. Ojos que detenidos observan, poder que continúa eternamente, caminatas sin fin, circularidad asfixiante. A nivel conceptual, la muestra representa herramientas y dispositivos de flujos. Sin embargo, su talón de Aquiles vendría a ser la estabilidad. Y en este sentido, se pueden entender mejor todas las obras que refieren a encierro, a escaleras sin fin, a pantallas y sistemas cerrados. Nos movemos sin ir hacia ningún lado. Como en la caverna platónica, vemos sólo lo que se nos permite, soñando con un “out of the Matrix” sin jamás alcanzarlo. Visto bajo este prisma, la exposición es sumamente crítica respecto de los sistemas de control y poder, aún cuando parezca abusar hasta el cansancio de esos mismos recursos con el espectador.
VIII
Aquí ya me estoy acercando a un punto de reflexión interesante. En una de las escenas más memorables de la película de los hermanos Wachowski, Morfeo, sentado frente a un incrédulo Neo, le explica el significado de la Matrix. Sin mostrar una reacción deslumbrante, Neo guarda silencio. Morfeo replica: “unfortunately no one can be told what the Matrix is. You have to see it for your self” (desafortunadamente a nadie se le puede narrar lo que es la Matrix. Tienes que verlo por tus propios ojos).
La experiencia es una infatigable fuente de conocimientos empíricos que derrumban constantemente nuestros a priori. Creemos saber algo hasta que nuestros sentidos nos demuestran lo contrario. Nos ofuscan volviéndonos a la escena primaria de salir de la oscuridad líquida hacia un mundo de impredecibles.
IX
En este registro, “Movimientos” de Louis von Adelsheim funciona como un gran productor de experiencias. Escalas, colores, sonidos, olores y un sinfín de conceptos que invaden al espectador, empequeñeciéndolo y azotándolo.
Para muchos y para el público chileno que pasó todo el 2011 por una avalancha de cambios y un torbellino de resignificaciones sociales y políticas, los temas tratados no eran desconocidos ni mucho menos nuevos. Donde se jugaba lo central de la exposición era en fomentar e inducir una serie de experiencias radicales con tales temas. Se sometía al cuerpo en sus múltiples sentidos (vista, olfato, tacto, gusto y audición), a que padeciera con el poder, a que pasase por una horda de estímulos que lo pusieran en la dolorosa postura –y pose– de estar sometido, arrasado y sobrellevado por una energía, una fuerza infinita claudicante y omnipresente.
X
Recuerdo que en mi primera visita a la exposición pasé largo rato hablando con los funcionarios del MAC, quizás más educados a nivel visual que muchos espectadores. Uno de ellos, amigo de larga data, me comentó que la muestra estaba planeada en un comienzo para realizarse justo antes del terremoto de febrero de 2010. Cruel destino hizo saltar la muestra por dos grandes hecatombes: remezones de la naturaleza en el 2010 y resquebraduras de la cultura durante el 2011. De este modo, la exposición “Movimientos” se coloca a la par con la vida, con el peso y la densidad de la realidad, con el miedo y la espesura del trauma que subsiste luego del terremoto, el terror de que a cualquier leve movimiento le suceda un cataclismo como el padecido dos años atrás. Sólo por esto, la muestra de Louis von Adelsheim cala más profundo y con mayor intuición que la exigua e invisible exposición “El terremoto de Chile”, presentada como parte de la Trienal de Chile a fines del 2009 en el mismo recinto del sector céntrico de Santiago.
XI
Ahora, una reflexión final. La exposición basaba sus recursos en el uso de los “nuevos medios”, aunque desde mi punto de vista la referencia a internet, la televisión o el video, no hacía más que reafirmar la idea de que la tecnología siempre ha estado al servicio del control para con el cuerpo: dirige, potencia y explota nuestra experiencia con la realidad. Sin embargo, “Movimientos” era una muestra donde el espacio era intervenido y modulado para que cada una de las salas fuera un lugar específico. Cada cual era refaccionada en todos sus sentidos (visuales, espaciales y olfativos) para abordar el problema del poder. Ahora bien, creo que gran parte de los conceptos que guiaron las instalaciones en su relación con el espacio de Quinta Normal, no provenían de los mass-media. Por ejemplo, interfaces, pantallas, salvo contadas excepciones, estaban organizadas según referencias a la tradición del cuadro. Gran dispositivo histórico de control, organización y visualización de cuerpos en un espacio, el cuadro inundaba todas las salas: el punto de vista monofocal, el marco como corte y límite, los efectos de ilusión (el trompe-loeil, los espejos), la relación entre narración y soporte en la pintura mural.
He ahí el gran acierto de “Movimientos”, invisible para todos los airados detractores. Señalar la larga data sobre el asunto del control y el poder, especialmente en un contexto icónico, en un mundo donde se busca dar forma a lo informe, contener la energía que se desata. De eso se nutre el mundo del arte.