Arte y Crítica

Críticas de Arte - diciembre 2012

El palpitar de la escena artística de Concepción

por Ignacio Szmulewicz

Hoy en día, visitar Concepción es parte de un rito necesario e imprecindible para indagar en las expansiones que se están dando a nivel de arte público, performance, fotografía y video, pero también, para palpar un escenario efervescente.

I. Primeras aproximaciones

El presente texto (aunque a destiempo) propone una aproximación a la escena artística que se ha venido desarrollando en Concepción en las últimas décadas. El fortalecimiento de iniciativas autogestionadas, independientes, alternativas, se ha dado desde un particular cruce entre operaciones artísticas, instancias de discusión y diálogo, apertura hacia la comunidad y, sobre todo, políticas editoriales (en este último punto, pese a las distancias en términos de conceptos visuales, la producción editorial que se ha dado en la ciudad hunde sus raíces en todos los desarrollos que se dieron en la relación texto e imagen desde mediados de la década de los setenta hasta mediados de los ochenta del siglo pasado).

La primera sección de este texto fue escrita para el segundo catálogo de Móvil: en rodaje, la vitrinas exhibitivas que, desde el 2009, el colectivo integrado por Leslie Fernández, Oscar Concha, Dany Berzceller y Consuelo Saavedra ha dispuesto en diversos espacios públicos de la ciudad del Bío-Bío para la exhibición de obras de artistas emergentes. La segunda parte corresponde a reflexiones en proceso que tienen más que ver con un despliegue teórico de los diferentes elementos distintivos que particularizan el entorno expositivo de Concepción, especialmente el que se ha dado al alero de colectivos de artistas, diseñadores, teóricos y arquitectos; entre ellos, los ya nombrados Móvil, Ediciones Animita, Revista Plus y Residencias Casa Poli.

Mi intención es poder abordar en dos momentos lo que ha significado para el escenario artístico chileno la consolidación de lo que Justo Pastor Mellado llamó “polo de desarrollo para el arte contemporáneo”. A la articulación propuesta por el asesor ministerial del actual gobierno de derecha le sumaría los importantes desarrollos a nivel de arte y ciudad, arte comunitario, fotografía, performance y publicaciones, puestos en ese orden.

 

Sergio Valenzuela, "Semillas para un segundo piso", 2011, Concepción, Móvil: Balcón, cortesía Oscar Concha.

Sergio Valenzuela, “Semillas para un segundo piso”, 2011, Concepción, Móvil: Balcón, cortesía Oscar Concha.

II. “De un lado para otro”. En rodaje con Móvil

Hacia fines del 2010 visité Concepción para seguirle la pista a lo que se estaba realizando en esa ciudad. Había escuchado distintas versiones de la pujanza penquista a nivel artístico, en la calidad de las propuestas y en la lucidez de sus actores; mezcla perfecta entre deseo, rigor y humor.

Sin embargo, llegué a la capital del Bío Bío con una vaga idea preconcebida; mezcla abrupta de los movimientos telúricos que asolaron la ciudad con algunos recuerdos de infancia. Una ciudad que, como muchas, obliga al visitante a activar otros sentidos: un olfato despierto, un oído agudo y un tacto, en este particular caso, poroso.

Con ese despertar sensitivo me encontré con Móvil: en rodaje, un par de vitrinas expositivas que se acoplan a diferentes espacios públicos de la ciudad: una señalando un aquí y otra indicando un allá. El proyecto ha sido desarrollado desde el año 2009 por el colectivo. En su primera convocatoria, Móvil recorrió el Mercado Municipal, el Liceo N° 1 Enrique Molina, la Biblioteca Central de la Universidad de Concepción, el edificio de Correos de Chile y el Hospital Regional, entre otros lugares. Todos lugares de carácter público, algunos populares (Hospital, Correos y Mercado) otros educacionales (Bibliotecas y Colegios) pero, ante todo, lugares no tradicionales para la exhibición de objetos artísticos. Contextos ajenos al del mundo del arte; contextos que juegan a ser apropiados por, y a apropiarse del arte.

La actual convocatoria incluyó los trabajos de una decena de artistas jóvenes de la ciudad (José Agurto, Carola Aravena, Paola Barrera, Francisco Bruna, Jaime Dames, Valeria Hernández, Camila Lucero, Tahía Strika, Vadim Strika y Carlos Vergara), la mayoría egresados de la Escuela de Artes de la Universidad de Concepción. Móvil deambuló por la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Bío-Bío, la citada Biblioteca Municipal y el edificio de Correos de Chile. Sin entrar en las propuestas, creo necesario indagar en el potencial de las prácticas impulsadas por este singular equipo de trabajo.

Paulina Yáñez, "Amuletos de mercado", 2010, Móvil: en rodaje, Mercado Municipal de Concepción, cortesía Oscar Concha.

Paulina Yáñez, “Amuletos de mercado”, 2010, Móvil: en rodaje, Mercado Municipal de Concepción, cortesía Oscar Concha.

Rodar

Una primera cuestión que me llamó la atención tiene que ver con la bajada de título: “en rodaje”. Asociado usualmente al contexto cinematográfico, el verbo está, en este caso, ligado a una acepción distinta proveniente del latín: rotare. Y si jugamos un poco más, girar, voltear, alternar, volver sobre un punto luego de haber avanzado. Con estas palabras se hacen inteligibles los títulos de cada una de las vitrinas: aquí / allá. El rotar de un punto a otro sin jerarquías, vinculado a una cuestión motriz, de mecanismo, artilugio o artefacto. Y en este punto se cruzan dos cosas: las expresiones populares “no soy de aquí ni soy de allá” y “no estoy ni ahí” (ligadas a los espacios populares como el Mercado o el Hospital); como también el factor intuitivo y visceral que se puede extraer de las máquinas, de los mecanismos y la tecnología, un poco como los collage de Dada (Hausmann o Höch). En esto, la RAE. se deja sentir con psicodelia: “andar inútilmente sin pretensiones”, “caer dando vueltas por una pendiente”, “dar vueltas alrededor de un eje, sin mudar de lugar, como la piedra de un molino”, “ir de un lado para otro sin fijarse o establecerse un sitio determinado”.

Visto desde este prisma, Móvil juega en la calle, en la vereda, entra a edificios, contando los segundos para salir de ahí. Cierra los ojos sin dejar que un allá se le escape. Más frívolo que estratégico, más cálido que frío, menos conceptual que experimental. Un poco más cercano a las derivas situacionistas que a los pragmatismos de cierto arte público. El ciudadano que, ávido y curioso, transita la ciudad y sus edificios lo hace, la mayor parte del tiempo, con un programa, una agenda, una serie de trámites que debe cumplir para reposar tranquilo al final del día. Sin embargo, como lo señalan Michel de Certeau, Manuel Delgado y Humberto Giannini, la mitad del tiempo esos trámites se detienen con los miles de vaivenes y tropiezos con que se encuentra el habitante de la urbe. Una que, dada las actuales condiciones, se encuentra invadida por un alto grado de precariedad, acosada por reflujos terráqueos que impiden concebir el flujo normal de la vida.

Vitrina

Si “en rodaje” permite pensar la cuestión del rotar, de la particular forma que este proyecto concibe el tránsito, el pasear y, en definitiva, la movilidad, hace falta sopesar la particular forma hacerlo visible: es decir, cómo se muestra al público Móvil. Al ver la muestra de Carola Aravena que, en el momento de mi visita se exhibía en Móvil, dos cosas llamaron mi atención. Por un lado, una cuestión lumínica, de distinción a nivel de color y tonalidad: el brillo característico de los letreros luminosos, de los anuncios en los paraderos de micro. Una luz recortada de un fondo opaco, apagado y tenebrista. Más pop que nostálgica las vitrinas se adherían a un lugar haciendo destacar el carácter sensitivo de su iluminación artificial. Luz que sacaba de contexto, funcionaba internamente, replegando al espectador a ese espacio interior, a lo interino de la vitrina. La paradoja de muchas formas de visibilización en el espacio público: iluminar, hacer visible, para el repliegue y la contemplación gustosa de un interior artificial.

Por otro lado, las vitrinas de Móvil jugaban al camuflaje: en varias ocasiones mezcladas y mimetizadas con un entorno cotidiano. Pasándose de listas. Por su estructura y formato, las vitrinas se codeaban felices con otros dispositivos dispensadores: de bebidas, de comida y de golosinas. La vitrina como dispensador de arte: claro, un arte entregado al placer visual. Como está insinuado en la propia definición del concepto: “Escaparate, armario o caja con puertas o tapas de cristales, para tener expuestos a la vista, con seguridad y sin deterioro, objetos de arte, productos naturales o artículos de comercio”.

La experiencia es completa: un espectador que, sorprendido al paso, posa su mirada en el objeto que, cordialmente, lo invita a penetrar. La armonía perfecta entre el paseante despreocupado y el espectador cautivo.

En el espacio público se está en vitrina. Algo que lo saben muy bien todos los habitantes de Concepción cuando, la mañana del 27 de febrero del 2010 no solamente fueron invadidos por el movimiento telúrico, sino que después fueron acosados por los flashes, cámaras de video y celulares que, sin pudor alguno, capturaron e hicieron del cuerpo sufriente y del duelo una actividad masiva, pública y mundial. Pasaron a la vitrina de las imágenes, la ciudad –su arquitectura en decadencia– y sus habitantes –los cuerpos aplastados–, con la marca de un dolor y una violencia evidente (el mejor ejemplo de esto se encontraría en la película 03:34 de Juan Pablo Ternicier).

El cuerpo en vitrina se ilumina, en algunos casos, o se apaga, en otros, siempre con la finalidad de ser reconocido y dialogar con otros; con otras miradas que deambulan hambrientas por la calle. La vitrina, además, dialoga con cientos de dispositivos de visibilidad que compiten en la ciudad, cada segmento de la urbe ha sido copado para entregar un mensaje; como un gran cuaderno de anotaciones.

Leticia Zapata, "Manifiesto sordo", 200, Móvil: en rodaje. Biblioteca Central Universidad de Concepción, cortesía Oscar Concha.

Leticia Zapata, “Manifiesto sordo”, 2009, Móvil: en rodaje. Biblioteca Central Universidad de Concepción, cortesía Oscar Concha.

Escala

La ciudad se percibe siempre desde un punto; no el unívoco e irremediable punto de vista de la perspectiva, sino que, desde diversos y móviles puntos. Un poco de eso se encuentra en la pintura del Futurismo italiano, como también en la fotografía de las vanguardias rusas. Cada objeto, situación, acontecimiento o persona hace y funciona como punto de apoyo, límite o, más específico aún, como marco a través del cual la ciudad es percibida. Una aglomeración, marcha o protesta sitúa a los partícipes y espectadores en un marco temporal (el tiempo de la discusión), en un marco histórico (lugares de conflictos) o en uno de orden físico (la circulación, las avenidas y las plazas). Una caminata de domingo funciona de la misma manera, o bien un paseo con familiares, una salida de compras o trámites, la farra nocturna o el deporte matutino, la ciudad comparece y es percibida siempre de una manera distinta.

Móvil: en rodaje y todos trabajos que han desarrollado el colectivo –entre ellos el reciente proyecto 20 y Balcón– apuntan a una reflexión crucial: el arte entra en el terreno de lo público (la ciudad, la calle, la prensa o lo masivo) torciendo las escalas y los puntos de vista. Donde el lector busca noticias e información, Animita introduce la reflexión iconográfica sobre la ciudad, la sátira y el juego con los formatos y los materiales de los soportes de formación de la opinión pública; donde el espectador busca la intimidad y lo hogareño, Balcón sitúa al terruño privado como ambigüedad para las prácticas de lo público.

Móvil hace posible la incorporación del arte a través de la movilidad constante y lúdica de las vitrinas en una ciudad resignificada. Las vitrinas suponen la construcción de la ciudad a partir de un dispositivo y una experiencia artística; sin embargo, no cancelan, sino que se acoplan y suman a la experiencia con la ciudad: con su historia y su memoria, con sus recorridos históricos, cotidianos y subjetivos. Finalmente, mezcla perfecta entre calle, público y visualidad.

 

Ediciones Animita, Industria Penquista, Nº 14, septiembre del 2010, Gentileza Oscar Concha.

Ediciones Animita, “Industria Penquista”, Nº 14, septiembre del 2010, cortesía Oscar Concha.

III. Políticas editoriales y contexto
Texto e imagen

Hacia mediados de la década de los setenta del siglo XX comenzará a producirse un cambio significativo en términos de la relación entre texto e imagen. La presencia secundaria de la elaboración teórica, como la supuesta liviandad del soporte (hoja de arte, políptico o folleto) va a dar paso a una intensa década de reflexiones acerca de la centralidad del concepto de catálogo o revista. Como bien se sabe, la publicación del número único de Manuscritos, los primeros catálogos de Carlos Leppe, Eugenio Dittborn, Catalina Parra, Carlos Altamirano, las revistas CAL, VISUAL, los suplementos e insertos en las revistas de izquierda HOY, Análisis, Cauce y APSI, como también los Procolos de Acuerdo Díaz-Mellado conformaron el panorama fundamental que modificó por completo la visión acerca de la escritura sobre arte como también del catálogo mismo. La complejidad que se dio a nivel de obra fue trasladada hacia el texto, en tanto fue pensando como un texto atravesado por decisiones que lo acercaban más a un objeto de arte, un libro de artista, en vez de ser un mero soporte de ideas y conceptos. Durante la década de los noventa y el inicio del siglo XXI, aquel terreno de experimentación se fue estandarizando para concentrarse en el clásico catálogo de papel couché.

Precedido por este contexto escritural, hacia finales del 2004 se publica el primer número de la revista Animita, presentado en un principio como un catálogo tradicional, fue encontrando formas nuevas de expansión entre las que se cuenta la inserción como suplemento incorporado y articulado con el Diario El Sur. Cuando ya se estaba comenzando a discutir acerca del encriptamiento de los catálogos y de la circularidad de público que estaba generando, Animita propuso la esfera pública, devolviéndole el sitial que buscaba tener el arte en los debates de la sociedad. A nivel de objeto de arte, Animita utilizó las maquetas, formatos, formas y colores del mismo diario para incorporar una reflexión especialmente visual (con sutiles incorporaciones de texto) que permitiese generar un pensamiento en imágenes, como fuera denominado por el conocido historiador del arte Ernst Grombrich.

Las experiencias de Ediciones Animita, detenida en el número 15 que circuló en ocasión de la “Trienal de Chile” hacia finales del 2009 (contaminada al parecer del sino aciago que parece rondar en otra de las ruinas del arte chileno), se han ido desplazando al trabajo editorial del colectivo Móvil. En este sentido, la labor clave de Dany Berczeller en términos de propuestas cruza arte con diseño contemporáneo. Desde el primer catálogo Móvil: en rodaje (2010), pasando por los de Balcón (2011), la intervención de Oscar Concha 20 (2011), el libro que reune las experiencias de arte en Concepción entre el 2003 y el 2008 En-Construcción (2010), el catálogo de la muestra Un día esto, mañana lo otro (2012) y el libro retrospectivo de Meissner: múltiples miradas (2011), cada una de estas publicaciones ha expandido una política editorial que se basa en una articulación produtiva entre el significante y el significado, la forma y el contenido, por decirlo en los términos más sencillos. Las dos vitrinas de Móvil: en rodaje se condicen con la reversibilidad del catálogo, la construcción de una mirada retroscpetiva en En-Construcción encuentra su correlato en las materialidades vinculadas a la arquitectura que el catálogo integra, los soportes donde se imprimieron los trabajos de Balcón se expandían hacia la publicación y así. Cada una de las publicaciones establecía un particular cruce conceptual, formal y material entre la obra, el proyecto, la intervención y su dispositivo de difusión.

Las posibilidades que se han abierto con Ediciones Animita y el colectivo Móvil se traman con un escenario de editoriales independientes que han profundizado en las infinitas propiedades del libro. Hacia este terreno parece que se ha desplazado toda la riqueza y tradición que se encuentra alojada en el contexto de los catálogos de arte durante mediados de los setenta y los ochenta (un caso similar se puede revisar en las políticas de El Kultrún, editorial asentada en Valdivia desde mediados de los ochenta donde se han publicado libros de Mariana Matthews, Pedro Guillermo Jara, Maha Vial, Yanko González, Gustavo Boldrini, Rosabetty Muñoz, entre los más destacados).

Casa Poli, artistas suizos con Galería Metropolitana, proyecto “La travesía del Axolotl”, enero de 2012, Concepción, Gentileza Oscar Concha.

Casa Poli, artistas suizos con Galería Metropolitana, proyecto “La travesía del Axolotl”, enero de 2012, Coliumo, cortesía Oscar Concha.

Articulaciones contextuales

Finalmente, un aspecto no menor tiene que ver con la articulación que se ha logrado en términos de desarrollos contextuales. Con esto me refiero al contexto que ha significado la proliferación de residencias, intercambios, talleres, conversatorios, toda una orgánica colaborativa que ha vuelto Concepción un verdadero centro de atracción para el arte contemporáneo. Las plataformas de trabajo, las redes nacionales e internacionales y una sana distancia con el ojo de huracán en que se ha transformado últimamente Santiago, han generado un ambiente fructífero tanto para artistas jóvenes como algunos más consolidados.

Por lo demás, aunque hoy represente expansiones ya revisitadas, la inscripción del concepto de arte contemporáneo en todo el aparato institucional de la cultura ha permitido que expansiones hacia los terrenos no tradicionales del arte público, la performance y la instalación. Cuando en otras ciudades de Chile se cuenta con características similares (Valdivia o Valparaíso, las otras dos sedes de la “Trienal de Chile” en el 2009), no han podido cuajar, dicho explícitamente en términos culinarios, la totalidad de factores que sí se han dado en Concepción. Sin embargo, ninguna de estas cuestiones ha significado una desvinculación o un descrédito hacia lo acontecido en Santiago. A diferencia de iniciativas de corte “regionalistas”, creo encontrar el fortalecimiento de una autonomía relativa que permite sostener un escenario paralelo al santiaguino. Y esto se ha logrado no solo por los proyectos independientes sino que también por la persistencia de diferentes agentes institucionales como la Universidad de Concepción o la Corporación Cultural Artistas del Acero, que han permitido ingresar a la trama de relaciones productivas que el arte contemporáneo ha generado en la ciudad.

Hoy en día visitar Concepción es parte de un rito necesario e imprecindible para indagar en las expansiones que se están dando a nivel de arte público, performance, fotografía y video, pero también, para palpar un escenario efervescente, y esto lo digo con la mayor de las frivolidades, donde parece que “algo grande está pasando”, como fuera mencionado años atrás por Los Prisioneros. Sentir el palpitar de un escenario vivo e intenso es parte de la labor de todos los actores que participamos del escenario artístico de Chile.

 

Categoría: Críticas de Arte

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,