Sobre Cantos Cívicos de Miguel Ventura |
03 de julio de 2007 | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Si hablamos de exageración en las posibilidades del kitch contemporáneo o simplemente de una exageración escenográfico simbólica en directa relación con la información de una obra de arte, no podríamos alcanzar a cubrir ni la mitad de lo que sucedió en el Espai de Arte Contemporáneo de Castellón en las últimas semanas. Saturación es poco, más parece que el espectador se transformaba en un estorbo, en una determinación demasiado organizada como para coexistir con la imponente instalación que realizó Miguel Ventura bajo el nombre de “Cantos Cívicos”. Si anteriormente Daniel Buren nos había sorprendido con una resignificación del interior del espai d’art contemporani mediante reiteraciones modulares, ahora este artista mexicano –Ventura- no solo resignifica, sino que, en un gesto muy propio de la sobremodernidad que fusiona hastío primermundista y necesidades de las sociedades en desarrollo, se apropia de la cultura postmedia en la construcción de un imaginario horror vacui. En una serie de asociaciones que van desde el tratamiento experimental de las ratas en claro vínculo con la ingeniería social que anticipa y estudia el comportamiento humano, hasta la reconstitución y reciclaje de imaginario Nazis, Miguel Ventura se adentra sin ninguna cautela en la cultura de las opciones infinitas. Con una gran producción, la literal toma del Espai de Arte de Castellón resulta tan descolocante como impactante. Las múltiples capas de saturación y las acciones realizadas con coros, ratas y disfraces varios, así como el laberíntico recorrido que propone al espectador despliegan una sensación de que cualquier cosa puede acontecer en cualquier momento. El plástico que abunda entre los materiales de la intervención, en sus diversas formas, colores y usos, nos remite constantemente al imaginario del fetiche latinoamericano, donde se puede encontrar desde un transformer de madera a una virgen hecha con tapas de bebida. La copia como recurso práctico para la sustentación del mercado de productos de primera necesidad nos llega traducido en una utilización indiscriminada de símbolos y de imaginarios “pirateados” por Ventura. Símbolos e imaginarios que en el contexto de la muestra, se han vaciado completamente de contenido para resignificarse desde las intersecciones en las Ventura propone un diálogo bastante más silencioso de lo que a primera vista aparenta. Si bien la intervención resulta ahogante, es la propia relación del espectador en el mundo simbólico de “afuera del museo” – básicamente en el que uno normalmente se desenvuelve- el que dirige la obra hacia la anteriormente mencionada arquitectura social de nuestro ineludible tardocapitalismo.
El vaciamiento de los símbolos bajo esta arquitectura social enunciada por Ventura, se puede leer desde los intereses fijados por el artista hacia el lenguaje y sus formas de poder. Esto se evidencia en un trabajo realizado a mediados de los noventa llamado NILC (New Interterritorial Language Committee). NILC es una parodia a la traducción de símbolos y sonidos realizada con las lenguas africanas para su adaptación a los alfabetos de las lenguas dominantes, proyecto que se inició en 1930 y se denominó The East African Interterritorial Language Comité, como señalan en el sitio web de ojo atómico “NILC es una caricatura del arrogante desprecio hacia los oprimidos, del sojuzgamiento y virtual violación de toda una cultura por la apropiación de su lenguaje”1. Como antecedente tambien está el hecho que Ventura construyó un nuevo alfabeto de 30 símbolos basados en las formas de su propia cara con una peluca de dos trenzas (personaje al cual denominó Heidi Schreber). Volviendo a Cantos Cívicos, la frontera entre exacerbación de los imaginarios simbólicos y su utilización como critica de un lenguaje pasa a un segundo plano, tomando mayor protagonismo la evidente ironía entre determinadas acciones filmadas o presentadas en el mismo espacio del museo, y la arquitectura social que hemos heredado luego de la caída del muro de Berlín. Ventura nos muestra una serie de vídeos en los que se puede ver los distintos pasos para adiestrar un grupo de ratas a que se movilicen por unos tubos transparentes en busca de alimento; también, nos presenta dos coros (durante la muestra se puede escuchar las grabaciones y ver el vídeo de estos coros) ubicados en dos plataformas mecanizadas que se mueven frene a dos de los muros del espacio del EACC. Junto a esto despliega una arquitectura literalmente de plástico -en la cual podemos encontrar un laberinto para los espectadores- y diversas acumulaciones de fetiches fabricados, fotografías y pinturas con una estética vinculada al imaginario Nazi, así como los deshechos y sobras de la producción realizada para esta exhibición. La saturación dada por el inmenso despliegue de producción encubre de manera espectacular las sutiles relaciones entre los elementos expositivos y su claro vínculo con los mecanismos de poder asociados al condicionamiento de los grupos que ejercen la fuerza de trabajo. El lenguaje con el que se explica cómo se realiza el adiestramiento de las ratas, vaga por una línea muy difusa entre una experimentación científico positivista y la terminología social. De la misma manera, la saturación simbólica, se vincula directamente con los mecanismos de manipulación social heredados del Facismo con los que actualmente convivimos sin necesidad de generar alarma alguna. La provocación podría estar en el libre uso de la swástica junto al signo peso ($) y junto a su propio alfabeto creado para NILC. Sin embargo la representación de estos símbolos se realiza desde una propuesta que juega con el fin mismo de la historia, situándonos en una reflexión que pone en duda las condiciones de producción artísticas que se sitúan en un contexto postmoderno. La propuesta de cantos cívicos es, evidentemente, una propuesta que pretende disociar el espectáculo simbólico del montaje, para que este se conecte directamente no con la historia, sino con un devenir mejor descrito en las redes de fuerza productiva que se continúan creando al amparo de una noción de progreso que sí se encuentra vinculada al imaginario simbólico utilizado. Es interesante cómo se posiciona Cantos Cívicos con el mismo espacio del EACC. Si anteriormente Buren nos había sugerido un retorno a la formalidad y la pureza gráfica en la construcción de un espacio de tránsito, ahora, la transparencia y el bricolage combinan áreas de la arquitectura y del espacio que transcienden a lo netamente material, llevándonos por un imbricado trabajo ahistórico que se adentra con una fuerte crítica, en las raíces de lo que Lyotard definió en su “Condición Postmoderna” . Raíces que apelan a que la muerte de las ideologías es también una ideología y que la verdad capitalista -hoy en día- condiciona, bajo ideologías hibridas, las nociones de producción y de construcción cultural bajo la ley del ser (existir) productivo.
Cantos Cívicos 9 de febrero al 20 de mayo del 2007 Miguel Ventura
Espai d’Art Contemporani Castelló (EACC), España. https://www.eacc.es/
1: https://www.ojoatomico.com/produccionesojo/nilc/nilc2.html
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